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14-01-2016

El hombre que vendió el mundo por las estrellas.


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Cuando era una niña de 8 o 9 años mi hermana mayor, por entonces, una adolescente enloquecida por el rock que vivió el pleno auge de los noventa, con bandas como Nirvana, Pearl Jam, Alice In Chains, The Cure, Depeche Mode, Nine Inch Nails...y por supuesto David Bowie, despertó en mí el mismo entusiasmo que ella vivía. Yo, que era una niña de 8 años, flipaba con estas bandas. Algo extraño en mi época, cuando en el colegio lo más popular eran las Spice Girls o los Backstreet Boys, sí, soy del 87. No tardé mucho más en descubrir a David Bowie. Tuve mucha suerte de tener una infancia tan rodeada de música, y eso se lo debo a mi principal referente musical, mi hermana B.

Recuerdo cuando escuché por primera vez a David Bowie, era una niña, ni siquiera había llegado a la adolescencia y estaba entusiasmada con este tipo, su  voz, su carácter, su abrumadora personalidad, su mirada bicolor… era demasiado inquietante para pasar desapercibido. Su voz no era especialmente peculiar ni característica, pero tenía algo que ningún otro tenía: su voz sonreía. Y ese tipo de cosas, las puedes sentir. Fue algo que marcó mi devoción por él. Bueno, y ¡qué narices! ¿Puede existir alguna canción de Bowie que no te guste? ¿Alguna? Por cierto, cantaba Space Oddity.

Así que desde muy pequeña empecé a conocer a bandas que más adelante me atraparían y me llevarían por el buen camino musical. Cuando eres un adolescente todo se exagera y lo vives de una manera exacerbada, eres un megalomaniaco de tus ídolos y escuchas una y otra vez los discos hasta que los rayas, te aprendes las letras, te encantan los videoclips…empapelas tu cuarto con pósters y tus carpetas de pegatinas con tus bandas...ahora, los tiempos han cambiado.

Con esto quiero decir, que a veces no se trata sólo de un artista en su calidad musical, se convierte en parte de tu vida, forma parte de ella. Canciones que en algún momento te hicieron estremecer, te hicieron enmudecer, te hicieron llorar, te hicieron reír y otras simplemente te hicieron poderoso e invencible.

No voy a contar nada de Bowie que no sepáis, y menos ahora que hay miles de artículos acerca de su vida y de lo que fue, de sus mil y una caras, de sus mil y un atuendos, su pasión por las estrellas y el espacio...todo eso ya lo conocéis, y su última canción es el prefacio que abre las compuertas hacia su odisea especial.

No me canso de escuchar la última canción que nos dejó antes de su partida. No dejo de pensar que es una especie de metáfora de su despedida.

Un hombre que se vuelve loco, que en su agonía canta, levita, flota en su propia música, mientras que esta vez sus ojos aparecen cubiertos sin dejarnos ver sus ojos de dos colores.

Pronto se levanta, se muestra sin la mirada vendada, imbuido en uno de sus peculiares trajes.

No pierde su talante, sus movimientos, es él. Escribe, escribe y escribe bajo el acecho de la muerte que le mira mientras pierde la cordura y la vida. Pronto será libre, abandonara las cuerdas que le sujetan a este mundo que hace mucho tiempo él vendió a las estrellas y ahora, todo el mundo sabrá quién es.

David Bowie no ha muerto. Ha emprendido su viaje espacial.

Su música es eterna e inmortal.

Buen viaje hombre de las estrellas, héroe, ziggy, rebel, lazarus.

DAVID BOWIE.

Autor: Cristina Sánchez García

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