Entrevistas

 

26-02-2018

Egon Soda, rojo y negro


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Parece que después de dos años tras “Dadnos Precipicios” Egon Soda sale a flote y  Ricky Falkner, Ferran Pontón, Charlie Bautista, Xavi Molero, Pablo Garrido y Ricky Lavado deciden encerrarse en La Casamurada durante el mes de noviembre de 2017 para dar forma a lo que será su nuevo trabajo, El rojo y el negro, que verá la luz el próximo mes de marzo. El cuarto disco de Egon Soda es una clara respuesta a su capacidad creativa, y es que estos tipos no han tenido ningún problema en dejar de lado (no sabemos por cuánto tiempo) el sonido americana para plantarse en las raíces afroamericanas y abrir nuevos horizontes tanto en lo musical como en lo personal. Sin perder su actitud guerrillera y  envuelta esta vez en sonidos latinos hablamos con Ferrán Pontón, guitarrista, compositor y letrista de Egon Soda para que nos cuente cómo ha sido está travesía hacía El rojo y el negro.

Ferran, entiendo que es difícil reunir a una banda de 6 miembros cada uno con sus respectivos trabajos y mantener una constante musical, y aún así la sacáis adelante. ¿Qué ha hecho que os reunáis de nuevo? ¿Qué razón os ha movido a plantearos un nuevo álbum?

Lo primero; muchas gracias por escuchar nuestro nuevo disco, por tus preguntas y un saludo a todos los lectores de Sonic Wave. La verdad es que intentamos mantener una cierta dinámica que adquirimos con Dadnos precipicios. Entre el primer y el segundo disco pasó demasiado tiempo y queríamos imprimir unos tempos más o menos constantes de entrega de nuevo material. De todos modos tienes toda la razón; organizar las agendas de todos los miembros de Egon Soda debería ser disciplina olímpica. La razón por la que seguimos tocando y haciendo discos es que disfrutamos un montón con ello; somos amigos y a través de la música celebramos esa amistad.

¿Os resultó difícil retomar la mecánica de trabajo, poneros el traje de faena y grabar el disco?

En absoluto; aunque seamos un grupo que no ensaya (una mitad de la banda vive en Madrid, y la otra en Barcelona) nos vemos a menudo y la música siempre nos rodea y está presente. Además teníamos 10 días justos para hacer el disco (era todo lo que podíamos sacar de las respectivas agendas) que en realidad fueron ocho porque hubo conciertos de por medio, así que no podíamos perder mucho el tiempo y entramos en faena nada más llegar. Tantos años de tocar juntos ayudan mucho en eso.

En vuestro anterior trabajo “Dadnos precipicios” dijisteis en su día que el impulsor fue Walt Whitman ¿quién ha sido el culpable esta vez?

No ha habido un referente lírico tan evidente. Sí una temática: el papel de la política en nuestras vidas y los problemas para gestionar la construcción política del individuo, en especial desde mi punto de vista personal, es decir, desde una tradición progresista heredada.

Tengo que decir que vuestras portadas son especialmente curiosas. “El hambre, el enfado  y la respuesta” tiene cierto toque a Saul Bass y “Dadnos precipicios” es oscuro, letras góticas, la acuarela, la imagen me recuerda a Bacon y ahora la portada es la anatomía humana de un rostro. Pasamos de imperfección a la más absoluta perfección técnica. ¿Por qué habéis elegido esta imagen?

Queríamos que fuera un diseño distinto a los anteriores porque creemos que en este disco hemos abierto caminos musicales diversos por los que no habíamos transitado con anterioridad y de alguna manera queríamos anunciarlo ya desde la parte visual. No nos interesaba tanto el concepto anatómico como la metáfora de la construcción interior del individuo; poder ver los engranajes del cuerpo como símbolo del andamiaje político que cada uno va construyendo a lo largo de su vida. El diseño que ha realizado Uri Frías se basa en un fondo bibliográfico increíble que está abierto al público y escaneado en alta resolución en la web de una biblioteca de Heidelberg. Es un tesoro que está a la mano de cualquiera; una maravilla.

No sé si lo habéis pensado o no, pero si yo voy a una tienda y me encuentro con este disco, con esta imagen de portada, nunca relacionaría el contenido con el continente. ¿Os gusta transmitir esa idea? ¿ Pensasteis en ese contraste o simplemente os gustó?

Pues sí; la verdad. Nos gustó mucho que la relación entre la música que suena y la caratula del disco no fuese evidente. De esa forma el oyente también busca la manera de ligarlos y se pueden dar inferencias la mar de sugerentes.

Antes de escuchar el disco leí las letras y pensé...” Uff, es un disco cabreado, muy político, enfadado…” es evidente que sigue la sombra de Whitman presente en las letras. Pero después dije… “¡a ver a qué suena esto!” y me encuentro con que  todo ese cabreo se disipa en vuestras melodías, en ese sonido lleno de ritmos, percusión… ¿Pensasteis en algún momento “vale, el mundo está jodido, lo sabemos, pero nadie me quitara el swing”?

Desde el primer momento compuse los temas del disco con las dos líneas (el rojo en lo lírico y el negro en lo musical) muy claras. Creía, y sigo creyendo, que la reflexión política y la música afroamericana casarían muy bien (lo han hecho constantemente en el pasado, aunque con otro enfoque político) y sin embargo me costó muchísimo encontrar el tono lírico. Es el disco de Egon en el que más letra he tenido que escribir para llegar a terminar las canciones. Por otro lado en la parte musical nos impusimos un criterio general de dar más espacio a los instrumentos, respetar más los silencios y eso acaba por subrayar más la parte rítmica y percutiva. Además Ricky Lavado ha pegado un salto como percusionista admirable y con Mole funcionan como una máquina rítmica magnífica. Y en lo referente al swing, si no estamos alerta y no defendemos nuestra dignidad también nos quitarán el swing y luego nos lo venderán a precio astronómico.

Y hablando de swing… Cómo una canción que se llama “Matanza” puede empezar con esos ritmos latinos, ese sólo que os marcáis al más puro estilo Santana, esos coros al final que hacen que la canción sea inevitablemente pegadiza. Se nota que os gustan los contrastes y creo personalmente que esos contrastes funcionan muy bien. Esta es una canción que fue escrita justo después del pasado atentado en Barcelona. ¿Qué os llevó a elegir este sonido tan marcado en Matanza?

No sabes lo feliz que me haces cuando dices que crees que funciona. Tuve momentos de muchas dudas con el tema. Me gustaba mucho la idea de hacer un tema latino pero pasado por la mirada americana, más Manassas que Benny Moré, para entendernos. Coincidió acabar el tema con el atentado en Barcelona y la sensación de indefensión y fragilidad que me quedó en el cuerpo y que de alguna manera había embargado por completo a la ciudad casi me obligó a abordar el tema (que de entrada me daba mucho pudor, porque me da pavor manipular, en la manera en que sea, el dolor y la desgracia ajenos). Al final consideré que la visceralidad del ritmo y el flow latino ejemplificaban la crudeza de esos asesinatos en verano en mi ciudad. Me ayudó mucho Julián Saldarriaga (Love of Lesbian) que al escuchar la maqueta del tema me dijo es totalmente Egon Soda. 

“Matanza del hombre, ignorancia programada, vergüenza de medios”. Primero fue Whitman y ahora veo a Thomas Carlyle con esa idea de mátame en este mundo decadente y caótico arrastrado por y para las masas. ¿Qué idea queréis manifestar?

El grueso de la canción responde a la necesidad de plasmar mi sentir los días posteriores al atentado. Me dio la sensación que la ciudad había quedado en una especie de suspenso pegajoso que nos tenía a todos amedrentados por dentro. Pero no quería dejar de aprovechar la ocasión para tocar dos temas que me dolieron en especial: el trato partidista y ruín que la mayoría de la prensa hizo (y alguno aún hacen a día de hoy) de una tragedia como aquella, lo que me pareció de una bajeza moral alarmante y una nueva señal de alerta sobre los graves problemas deontológicos por los que pasan los medios de comunicación. Y por otro lado la necesidad de una reflexión profunda sobre las razones por las que unos chavales pueden perderle el respeto a la vida propia y ajena y qué gran fracaso colectivo resulta no saber transmitir unos valores humanos suficientemente sólidos como para que ninguna otra consideración los pueda relegar.

“Glasnost” sostiene vuestra bandera, pero no vuestra hoz. No puedo evitar que la primera parte de la canción me recuerde muchísimo a Love Of Lesbian, lo que le resta Soda. Me hubiese gustado alimentarme más de vuestra voz pero la vida no es como esperas. Esta letra es brillante y muy versátil como podéis ver.  ¿Qué queréis decir con ella? ¿Cuál es vuestro principal mensaje?

“Glasnost” es una palabra rusa que significa transparencia y esta canción habla sobre la memoria transparente de los momentos que nos han definido como personas. A veces es una cuestión política, a veces una cuestión emocional; hay un momento en el que todos esos inputs se hacen evidentes y transparentes y, como le sucedió a la URSS en la etapa de apertura que lleva ese nombre, en ocasiones se colapsan y se derrumba aquello que crees que eres. Es curioso que menciones a LOL porque, si es verdad que para mí el apoyo moral y el cariño que Juli me ha dado durante la composición del disco ha sido vital, mis referentes musicales iban mucho más atrás en el tiempo (el deep funk, el swamp, incluso un cierto aire a Soul Stax). Pero eso es lo mágico de la música: escuchando los mismos sonidos cada cual puede viajar  a lugares muy distintos.

Es un disco lleno de contrastes, de opuestos, de yin y yang y quizás debamos al título ese honor. Quizás “el rojo” sea sinónimo de rabia, de política, de izquierda, de visceral y “el negro” sea de funk, de jazz, de ritmos latinos, de blues, de afroamericana… ¿Se podría decir que “El rojo y el negro” son el equilibrio universal de Egon Soda?

La verdad es que somos una banda de desequilibrados. Nos gusta el equilibrismo que no es tanto la búsqueda de la estabilidad como del contrapeso. La conciencia del vacío y el gusto por tontear con él.

El álbum verá la luz en marzo. ¿A vosotros os veremos de gira pronto?

Empezaremos con festivales (el primero el Mil.leni, donde presentaremos el disco el 8 de marzo en la sala Apolo[2]) y en otoño empezaremos gira por salas que esperamos que pase por lugares donde hasta ahora no hemos podido llegar.

Para terminar me voy a mojar y me voy a quedar con “El testigo” porque mientras no se cambie el espíritu cualquier cambio de apariencia no servirá de nada. Un placer escucharos y que sigáis innovando.  ¿Me decís cuál es vuestra favorita? ¿Hay unanimidad?

Pues El testigo es una de mis favoritas también; pero creo que El corazón de un mundo sin corazón es el tema que más nos ha tocado emotivamente y del que más satisfechos estamos porque hemos sabido trabajar el silencio como un material musical más. El placer es nuestro, por supuesto. Que disfrutes del disco y que te acompañe cuando lo necesites. Un abrazo

 

Autor: Cristina Sánchez

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